domingo, 6 de septiembre de 2009

CHUANA, LA GAITA DE AMÉRICA




Por: Manuel Huertas Vergara
Del libro: Chuana, la gaita de América

El origen de la Chuana ò gaita cabeza de cera de América, se remonta al primer instrumento musical del hombre, el caracol, que los zenúes llamaron shúa ò chúa. De allí su nombre.
Con el ronco retumbe de la chúa entre los cerros que configuran la sierra flor y los montes de María, los primeros cencenúes ò zenúes de la sabana alta convocaban a sus clanes para la guerra, el rito, la siembra y la caza. Caracoles encontrados en tumbas indígenas de la región, con brocal de cera en sus embocaduras demuestran que la chúa pasó a ser un instrumento musical ritual solo de uso privativo del cacique y del sacerdote mohán de la tribu.
Con el tiempo, el indio perforo tres ò cuatros orificios tonales a la tibia ò al fémur de sus adversarios caídos en combate y de esos huesos fabricó así las primeras flautas.
La cacería lo llevo a inventar el arco que convirtió también en instrumento musical sonoro y con el cuero del venado comenzó a forrar los primeros tambores. Oyendo el canto de las aves, su gran habilidad manual modeló los primeros pitos y ocarinas de barro en forma de pájaros cantores como la paloma, el búho, la guacharaca, el corcovaos y la pava congona, etc. La simbología del ave- canto le dio rienda suelta su imaginación musical.
El manoseo del barro que chispeaba por su condición aurífera, lo llevo a descubrir y fundir el oro y a tallar a golpe de piedra las primeras laminas cortantes ò cuchillos de oro y siendo ya sedentario cultivador de la abeja tras la miel, la cera del panal mezclada con carbón molido le sirvió para modelar la primera figura que habría de fundir en oro siguiendo el proceso de la “cera perdida”; una figura de ave por ejemplo, modelada en cera y revestida en barro con un orificio y puesta al calor, al derretirse la cera y salirse lentamente gracia a la resistencia del carbón molido, dejaba en la nariz de barro una oquedad que luego vaciada en oro derretido daba como resultado la figura de ave en oro.
En la mezcla de cera y carbón molido, el zenú encontró la clave para inventar la gaita. Tenía ya los cuchillos de oro ò de metal tumbaga para cortar justo de la pluma del golero, el tubillo soplador que cortado en hilo habría de fijar con el borugo de cera al extremo del canuto sacado del cardón pitahaya al que perforo con una barra candente de tumbaga sus cinco sonidos tonales. Pero el indio todo lo que hacía lo estilizaba. Tras colocar el tubillo de pluma inclinada mente para que el aire insuflado reventara contra el borde del canuto y produjera la melodía, observo que la estrecha ranura aerófona del borugo necesitaba una visera para que el aire no escapara hacia atrás y al colocársela con cera, vio que el borugo se parecía al cabeza de un golero ò de un águila y procedió de inmediato a estilizarla. Porque eso es de perfil el borugo de cera de la gaita, la simbología del ave canto, la cabeza estilizada de un águila arpía con el moño levantado.
No hay duda que la Chuana fue un invento de pueblo orfebre. Así, gracias al carbón de cera con carbón molido que le daba mayor resistencia contra el soplo caliente del gaitero, los mohanes zenúes tras acoplar una gaita macho de un solo orificio para que llenara los vacios melódicos de la gaita hembra de cinco orificios, enriquecieron su música de quejosos dejos y prolongaron mas sus largas noches de ritual bailable. La arqueología lo confirma con el hallazgo de dos piezas orfebres de músicos precolombinos.

EL MÚSICO SAPO

Esta pieza fue encontrada en el llamado núcleo formativo de la cultura Zenú, que se dio en el cauce del rio San Jorge comprendido desde el caño carate de San Marco, Sucre, hasta Ayapel, córdoba. Se trata de un remate de bastón de mando de cinco 5 centímetros de alto que representa a un músico que representa a un típico sombrero trenzado o “vueltiao” con dos largas plumas de adorno, una cubrenuca hasta los hombros. Lleva una maraca en la mano derecha y toca un aerófono, trompa ò flauta curvada que posiblemente sea una gaita popo ò corta que pudo doblarse por la fundición ò después, Por su insólita expresión facial zoo antropomorfa le he bautizado “el músico sapo”, puse el artífice precolombino logro de ese músico la simbiosis de un sapo, dado su cara aplanada sin nariz, su boca ancha filuda y sus ojos saltones casi desorbitados como queriendo expresar que está interpretando a “sapo”, la pieza musical más antigua tocada por el indio en todo lo que fue el territorio finczenu, desde la sabana hasta el rio Sinú, pero más que todo en el Panczenú ò San Jorge Mojana donde interpretes de gaita corta como el indio Manuel María Quintero de San Benito Abad de Tacasuán, todavía la tocan “pujándola” con guturaciones entrecortadas que imitan el pujo del batracio.

EL GAITERO CENCENÚ
Si la pieza de músico-sapo encontrada en el San Jorge en cierta forma no convence, por el instrumento curvado, de que verdaderamente se trata de un típico gaitero, la figura diminuta de oro tumbaga de escaso 3,5 centímetros hallada en 1989 entre los cerros de la región agreste de Vilú y Almagra, municipio de Ovejas, no deja la menor duda que representa a un gaitero cencenú tocando la Chuana larga, instrumento par macho y hembra, autóctono, propio exclusivamente del foco musical aborigen Morroa, Colosó, Chalán ubicado en el corazón del cencenú ó región de sabanas, la última provincia de zenúes que encontraron los hispanos y cuyo territorio extendido por los hoy departamentos de Córdoba, Sucre y Bolívar comenzaba desde las montañas de Cenquirré, municipios de Sahagún, Chinú y San Andrés, pasando por los montes de María desde Sampués, Sincé, Sincelejo, Corozal, Morroa, Los Palmitos, Chalán, Ovejas, El Carmen, San Jacinto y San Juan hasta la población de Cencerí hoy Sincerín.
La figura del gaitero cencenú representa más bien a una niña que apenas le comienzan a brotar los senos y tal parece que se trata de una joven sacerdotisa, hechicera de la medicina empírica, mohán ó mojana de rango iniciada en la música para los conjuros, ensalmos y rituales mágicos a son de gaitas y maracas. Su cuerpo desnudo lleva al cintura un grueso cordón y luce de atuendo un collar de dos vueltas quizás de cornalinas, un par de aretes de falsa filigrana y un sombrero trenzado muy original con las alas plegadas hacia arriba con un adorno de dos picos en su lado izquierdo siendo que también el ala posterior lleva hacia arriba otro adorno de dos picos. Su rostro ancho de luna llena con los cachetes inflados en actitud de soplo y los ojos saltones pero entornados, transmite placidez nacida del mismo goce de la música; y su nariz prominente y curvada es muy común encontrarla todavía entre la gente de ascendencia indígena especialmente del área cerrada de Colosó y Chalán. La posición vertical serena, ceremoniosa, solemne y ligeramente inclinada del cuerpo es impecable y en cuanto al instrumento, cuyo extremo inferior remata con anillo protector y un cordón que le cuelga como adorno, resalta fielmente la forma actual elegante muy sabanera de agarrar la gaita larga así como la típica y correcta digitación que debe hacerse en instrumentos de su tipo, o sea, obturando con los dedos de la mano izquierda los dos orificios tonales de arriba y con los de la mano derecha los tres orificios bajeros que emiten notas graves.
En el campo de la orfebrería arqueológica, esta figura echa por tierra la falsa creencia de algunos arqueólogos en el sentido de que solo en el zenúfana, norte antioqueño, se fundía el oro y por lo tanto, las piezas encontradas en otras regiones provenían por el comercio del trueque y esa provincia precolombina donde abundaba el oro. Sobran las pruebas en la región de sabanas, de muchas tumbas excavadas donde se ha encontrado oro en polvo y en granos, instrumentos líticos para artesanarlo, desperdicios de fundición, emplastos de cera y carbón molido para modelar y crisoles de diferentes tipos para fundir ó vaciar el oro ó el tumbaga, como muestras palpables del proceso artífice y metalúrgico que bien conocían los cencenues, panzenues y finzenues.
Teniendo en cuenta que la técnica tumbaga mezcla de oro y cobre, aparece según algunos arqueólogos en el periodo tardío de la metalurgia zenú, puede decirse que esta pieza fue fundida posiblemente hace unos 1.000 años es decir, unos 500 años antes de la llegada del conquistador.
Con esta muestra precolombina, el origen americano de la gaita Chuana no tiene discusión y es muy significativo para la música autóctona regional puesto que fue encontrada en jurisdicción de ovejas, municipio hoy día con más de 20 grupos gaiteros, cuyos habitantes orgullosos por su patrimonio musical iniciaron exitosamente el rescate del instrumento a través del festival Nacional de gaitas que viene realizándose desde 1985. Consientes claro está, de que la gaita es la matriz, el manantial melódico de muchos géneros musicales costeños como el son indígena, la gaita, la cumbia y el porro.
La pieza fue adquirida previa investigación de quien escribe, a través de la Junta Cultural de Sucre y comprada con Fondos de Colcultura para enriquecer la sala arqueo antropológica que atiende el Comité Cívico Cultural de Ovejas.

1 comentario:

Manuel Agustin Villa Cuello. dijo...

El Festival de Música de Gaitas de Ovejas Sucre es lo mas autóctono de nuestra cultura Caribe. Es patrimonio inmaterial de la nación desde el año 2014.

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