domingo, 20 de octubre de 2019

FELIX FRANCISCO ORTIZ FLOREZ: Un golpe de amor, de alegría y de libertad de un tambor


Por: Magíster Armando Luis Rivero Manjarrez
       
Sus manos gruesas campesinas besan el fondo del tambor, sus dedos ágiles acarician el borde y el centro, el cuero del venado aforrao sobre el vaso de banco, no se resiste ante el coqueteo del tamborero fabricante y grita galopante las melodías del ancestro, sonidos viscerales de las entrañas de la tierra, sus tropicones imitan el sonido de los pájaros, del viento, del arroyo, de su corazón, de la naturaleza misma.

De ese mismo material que nutre sus golpes melodiosos, está hecho Francisco Ortiz, cuyo nombre de pila es Félix Francisco Ortiz Flórez, nacido un 2 de diciembre de 1939, en la vereda Joney, esa misma que por su belleza y riqueza natural marcaron el destino musical de su también hermanos Ismael y Enrique Ortiz. Ellos los hermanos Ortiz, bajo el amor maternal de María Francisca Gutiérrez Flórez y la influencia musical de sus tíos y en especial de su padre José Antonio Ortiz, aprendieron el amor por la música de gaitas pues, él como machero acompañaba la gaita hembra de Francisco Olivera, “el lobo de la Ceiba”, en las noches calurosas de verano, en que las gaitas rendían tributo a los santos, para que el cielo llorara y bendijera la tierra y pariera sus frutos.

A sus 19 años, junto con Ismael y Carmelo Causado andaban de parranda en parranda con la música de acordeón y él era dueño de la caja, aunque por la influencia de Pacho Llirene ya había aprendido a fabricar los tambores pues, era amigo de la familia y en una de esas visitas también lo predestinó a ser tamborero, aunque él, aún no había encontrado el camino que le correspondía.

Como nadie escapa a su destino, al igual que Pacho Llirene, Francisco Ortiz con su tambor acompañó a las viejas cantadoras  y con los inicios del Festival Nacional de gaitas integró Los Cumbiamberos campesinos, conjunto que se presentó en el primer Festival en 1985, con la gran  nómina de Atilano Barrios en la gaita hembra, Julio Barrios en la gaita macho, el llamador de Enrique Ortiz y en el tambor de Francisco Ortiz, luego con el transcurrir de los años su tambor integró Los Caciques de la gaita, Tambores del caribe de Julio Martínez, “el lobo”  y por más de ocho años con Flor sabanera del Piñal del maestro Félix Contreras con quién recorrió festivales, parrandas y velaciones.

A este hombre humilde campesino, que no busca más que el golpe de su tambor, en diálogo con la gaita hembra exprese el amor, la alegría y  la libertad de su corazón, la organización Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene” le rinde un merecido homenaje en su trigésima cuarta edición de 2018.

Salud y vida al juglar, al maestro…

EL SELLO DE LA NEGRA AMALFI EN LA FUNDACIÓN DEL FESTIGAITAS




Por: Magíster ARMANDO LUIS RIVERO MANJARREZ

Con la misma sonrisa y alegría que la caracteriza, Amalfi de Jesús Vásquez Martínez, nacida el  16 de septiembre de 1965, cuenta cómo se convirtió en la única mujer  y secretaria fundadora del Festival Nacional de Gaitas “Francisco Llirene” en año de 1985, aún en décimo grado de bachillerato y sorteando la rigurosidad y la alta exigencia de los docentes del Taboada.  “La negra” como familiarmente se conoce, se encontraba así mismo, adelantando estudios de mecanografía en el “ITEM” con el profesor Aníbal Jiménez;  por su camino y paso recurrente por la casa de “Mingo” Rodríguez, donde se reunía los pioneros del Festigaitas, a su casa ubicada en el sector variante, la propuesta de aliarse al grupo pionero la tomó por sorpresa de la voz de Toño Cabrera, quién con su grupo de amigos pensaron en que ella podría ser la secretaria del evento que se estaba gestando, ya que Rubi Bustamante había renunciado antes de gestarse documentalmente la organización. Con muchas preguntas y dudas dió el sí ante las anticipadas respuestas de “Toño” que le contó que gaiteros si habían más allá de los hermanos Arias que ella conocía y que había que rescatar ese género musical.  Con el sí de Amalfi y su asistencia a su primera reunión se selló y escribió la acta que testifica la Fundación del Festival.

Cuando recuerda ese primer año se sonríe y asegura que fue toda una odisea, una locura, pues sin gaiteros, sin palta, con sobres fueron de casa en casa pidiendo dinero y de pueblo en pueblo reuniendo a los gaiteros. En ese primer evento llegaron diez conjuntos y medio porque el otro se completó con los que llegaron. La guardería “Hogar San Francisco” se convirtió en todo un hotel, la alimentación la preparó el señor Tomás García y la organización del voluntariado Femenino se convirtió en el primer comité de recepción ya en el segundo Festival.

Afirma que el papel de la mujer desde los inicios del evento ha sido fundamental y resalta fuertemente el apoyo de Totó la Momposina, quién sin tanto protocolo y mucha humildad después de participar en eventos nacionales e internacionales arribaba a Ovejas para subirse a la tarima y estremecer al público con su canto y  fomentar la participación de la mujer.

Amalfi con el pasar del tiempo ha ocupado diferentes cargos en la junta directiva, miembro de los comités de apoyo y fundadora e instructora del grupo de danzas del festival. Ya como Licenciada en Ciencias Sociales y la experiencia acumulada mira y reflexiona de manera crítica el evento y anhela volver a ver los grandes foros que se daban con altas personalidades de la academia y la investigación, la feria artesanal, los lanzamientos en diferentes ciudades y los viernes de gaita. 


MARQUEZA “LA NEGRA”: Entre lo Divino y lo Humano



Por: Magíster ARMANDO LUIS RIVERO MANJARREZ


En la fría Bogotá, ella disipa sus penas, tristezas y melancolías volviendo a la tierra, a sus orígenes a través de la música que la hace poner su pollera y su turbante para contarle y bailarle a la pluricultural capital y a su gente, que en Sucre hay un pueblito de gente hermosa llamado Ovejas, que cada octubre la fertilidad de los cielos hacen caer por estos lares de los Montes de María una lluvia de músicos provenientes de cada rincón del país que le rinden homenaje con sus instrumentos a su majestad la GAITA,  una música que la Negra Marqueza dice está entre lo divino y lo humano, no sólo por su nivel de espiritualidad que ella encierra, sino por su propia experiencia que la llevó al encuentro con ésta.

Marqueza Eva Mercado Zuñiga aunque nacida en el municipio de Los Córdoba, Córdoba, por allá un 30 de  noviembre de 1959, se siente tan ovejera como San Pacho y como el festival de la gaita “Francisco Llirene”.

En 1984 llega a Ovejas tras el amor. Su vida de mujer, madre humilde y trabajadora transcurre entre lavar y planchar ropa ajena,  fritar arepas y empanadas para salir a vender en las calles del pueblo.

En 1995 en su casa de palma y bareque ubicada en el barrio San José exactamente en el sector “Los Cortes”, vive la gran experiencia que la virgen María se le apareció a su hija mayor, a eso de las 11 y 30 de la mañana. Su devoción fue aumentando cada día y al igual que la romería de curiosos y devotos. Desde ese momento todo el pueblo conoció a esa mujer de piel morena. En 1996 los versos  comienzan a fluir en ella. Maira Hernández su compañera de rezo le aconseja que escriba, que era una revelación divina, luego Andrés Narváez otro compositor campesino del pueblo le motiva presentar sus creaciones en el Festival, de allí de la mano de amigos y gestores culturales como Alfredo Ricardo, Joche Álvarez y otros, le ayudan a emprender el camino  con su nuevo amor, la composición de la gaita.

En 1997 compone la canción “Que no muera el folclor”; en 1998, la cruda realidad de violencia y desplazamiento que vivieron los campesinos de la región, la llevan a presentar la canción que la catapultó como una de las grandes compositoras de Ovejas, me refiero al tema: “Sentimiento Campesino”, en ritmo de  merengue, ocupa el segundo lugar en el concurso de la Canción Inédita. En el 2000 “Negro es mi color”; en el 2001 en Cartagena presenta “Lirismo Mágico”, Obtiene el tercer lugar; en el 2003 el merengue “El Negrito Simón”, entre otras, que el tiempo y su tierno amor por estas músicas y sus creadores le hacen brotar.

Cada octubre ella vuelve como las lluvias, arropa con su alegría y su sonrisa de mujer angelical las calles de ovejas. Su pinta de cumbiambera o gaitera la delata, no hay un momento en que la gaita este sonando y sus caderas no se muevan, entre abrazos y besos los ovejeros y visitantes la saludan. Ella es todo un personaje, es “La Negra Marqueza”, la que la virgen María le dió el don de no tener temor, sino amor para crear versos y mover sus polleras.



UNA FLOR PARA EL FESTIVAL


“Si la luna de Barranquilla tiene una cosa de maravilla, la luna Ovejera es cumbiambera, mírala, mírala, por el ritmo de sus caderas”

Por: magíster Armando Luis Rivero Manjarrez

Su dulce voz acaricia las melodías y las letras de sus composiciones que por más de casi tres décadas ha creado, la piel se me eriza, el corazón me late emocionado y la memoria me retrocede a mi pre adolescencia cuando la conocí en las aulas del Colegio de Bachillerato Gabriel Taboada Santodomingo, enseñando las bellezas de la poesía colombiana y la literatura, tan bella y sonora como su nombre: Flor.

Su nombre de pila es Flor María González Pérez, nacida en el mes de septiembre de 1953, la nieta paterna del “negro Torrecilla”, el músico que ejecutaba el órgano en la iglesia en las misas del padre Persia en Corozal, e hija de Florentino González reconocido músico trompetista y clarinetista, fundador e integrante de la Banda 8 de Diciembre de Corozal, luego de la llamada orquesta Perlas de las sabanas de Corozal que terminó llamándose orquesta Claridad.

Aunque no tiene duda que sus raíces familiares la hacen portadora de una vena musical que le ayudó  a desarrollar su oído, ella reconoce que en esa época era vedado para las mujeres aprender tocar un instrumento y no tuvo el privilegio que algunos de sus hermanos obtuvieron.

Como maestra llega muy joven a Ovejas, a la edad de los dieciocho  y por más de veinte años  entre literatura, poesía y el contexto político, social y cultural del pueblo se va despertando la musa de su interior, fue así que en el año de 1990, en el marco del Festival Nacional de Gaitas, después de acompañar a sus hijos que participaban en grupos infantiles (Bullarengueros de Almagra), se sienta en lo alto del corredor de “Mayito Bula” en el parque principal a escuchar el concurso de las canciones inéditas, en ese marco con una plaza y una luna llena que adornaba los cielos y la tarima, logra captar con la sensibilidad del poeta la belleza de estas músicas que logran confabularse con la naturaleza para pintar los cuadros más hermosos en la realidad mágica de los Montes de María, una luna que asiste y se goza el festival y que se muestra tan completa, bella y resplandeciente, de allí, se inspira y nace “Luna Cumbiambera”, su primera creación que  la catapultó a la memoria de todo un pueblo que coreó esta agradable composición al obtener el primer lugar en canción inédita al año siguiente.  Cabe destacar que entre los jurados que escogieron el tema de Flor María González se encontraba el Médico huilense Jorge Villamil Cordovez, conocido como el Compositor de las Américas y Aury Tolosa de la Radiodifusora Nacional. Además de una competencia de alta calidad y compositores de la talla de Daniel Perez  “Ñañe Perez”, Hernando Coba, Jorge Mario Iriarte, Roque Saballet  entre otros.

Anoche yo tuve un sueño
un sueño maravilloso (bis)
bajaba hasta mí la luna
bailando al son de la cumbia(bis).
Esa luna cumbiambera
 llevaba una corte entera(bis)
formada por mil estrellas
que la hacían lucir más bella(bis)
mírala, mírala, mírala
esa luna es ovejera (bis)…


Con la participación y el triunfo en 1991, de “Luna Cumbiambera”, la seño Flor como la conocen en Ovejas,  logra ser la primera mujer y única hasta el momento que logra el tan anhelado primer lugar en canción inédita. En 1992 se presenta con Bailadora e’ gaita y ocupa el tercer lugar.
Ella ha participado en diferentes festivales del caribe. En Ovejas ha estado concursado en ocho ocasiones. En su cuaderno cancionero tiene más de 30 composiciones, entre cumbias, porros y paseos de los cuales podemos destacar “Romance Gaitero”  tema que le compuso al viejo Joche Álvarez y a su querida esposa Teresa; “La Bizca” a María Isabel de la Rosa la bailadora de gaitas más famosa de la historia de este pueblo y  su éxito nacional “Tamborero”, muy famosa por cierto entre la cumbiambas que desfilan en el carnaval de Barranquilla y que el gran entusiasmo y las manos cortas de su hijo Carlos sobre el tambor le inspiraron en un viaje de espectadora, hacia Flor del Monte, en el marco de los diálogos de Paz del gobierno con la guerrilla  CRS.

Un sonido de tambor llevo en mi sangre,
un ritmo de llamador en mi corazón,
palabras como aguardiente y como ron,
se embriagan con el repique de mi tambor.
Repícalo, repícalo, mi tambor,
suénalo, suénalo, mi tambor,
repícalo, repícalo, mi tambor,
suénalo, suénalo, mi tambor.
Tamborero, tamborero, tamborero…
tamborero soy.
Tamborero, tamborero, tamborero
tamborero soy.

Por la calidad de sus letras llenas de recursos literarios y autenticidad de sus melodías, Flor María González rompió los paradigmas de las composiciones tradicionales de gaitas y creó un estilo y una identidad que la sitúan como pionera de unas gaitas de salón,  con una sonoridad más romántica  o delicadas, alejadas del sabor y rusticidad del campo y más cercana a la influencia de la academia y lo elaborado.

Sin duda alguna la seño Flor lleva un ritmo de llamador en su corazón y en su pluma la poesía de una Luna tan grande y bella que la hacen lucir más bella.


https://www.facebook.com/universo.delagaita/posts/720010631534003

UN DUELO PARA LA HISTORIA, Jenn del Tambó, un tambor alegre en la historia del Festival.


Por: Magíster ARMANDO LUIS RIVERO MANJARREZ


Eran las 11 de la mañana del  viernes 14 de octubre del año 2011, bajando por la loma del palo de caucho, desde la sede Festigaitas hasta la plaza donde se estaba armando la tarima que serviría para la realización del Festival de Gaitas, me encontré un romería de gaiteros que iban llegando al pueblo, con la alegría de los hermanos que vuelven a casa, entre saludos de manos, sonrisas y abrazos, el corto trayecto se volvió minutos y después horas.  En medio de ese trayecto me encontré el saludo, el beso y el abrazo de una hermosa mujer de cabellos negros lisos, sonrisa alegre, de un espíritu que irradiaba nobleza y positivismo, que con voz segura sentenció: “este año vengo a llevarme el premio al mejor tamborero”. 

Era Jennifer Meza Mayorga,  la chica que tocaba el tambor alegre, y que en el año 2004 arribo a Ovejas con un grupo de mujeres de Bucaramanga llamado Lumbalú.  Esa misma chica que la recibió una partera un 7 de diciembre de 1986, a las 9 de la noche, en Barrancabermeja –Santander, haría historia ese año en el Festival.

Pero toda su historia se remonta a su natal ciudad, era el año 1998, en la que la situación económica de su Padre no fue la mejor  y la familia tuvo que emigrar a residir en uno de esos barrios populares azotados por la violencia y enfrentamientos entre los paramilitares, la guerrilla y los policías. Fue allí a los diez años, en esos espacios donde trabaja la Organización Femenina Popular (OFP) por los derechos humanos delas mujeres, donde esa pequeña niña oyó el llamado del tambor, pues la organización brindaba talleres de música, danza,  tambores y otros.

Esa noche del 17 de octubre, final del festival, cuando fue escogida entre los tres nominados para el duelo de tamboreros, estaba preparada, pues no sólo ese era su primera batalla, pues ya lo había tenido desde el principio cuando quiso aprender a ejecutar el tambor, voces como: “mejor metete a la danza”, “eso de tocar tambor no es para las niñas” , “los tambores son solo de hombre” “las mujeres no tienen fuerza” “mejor toque el llamador” “te voy a matar en la tarima” entre otras recriminaciones había tenido que enfrentar desde entonces.  

En la tarima a la izquierda de sus dos contrincantes (José Torres Cogoyo del grupo Tradición de Montería y Andres Carvajal del grupo Chubalú Bayé), Jenn del Tambó acomodó su instrumento, bajo su sombrero habría de recordar los momentos de su niñez cuando con sus manos practicaba los golpes del tambor sobre un tronco por la carencia de éste, cuyas prácticas forjaron en sus manos la fuerza, los callos y las destrezas que había de descubrir cuando su padre le regaló su primer tambor. En esos instantes que son menos que segundos en la mente recordó los golpes que Diofanor Sierra, Oscar Galván, Kevin Acevedo le habían recomendado en los ritmos de  gaita,  el parlotear de sus manos sobre el tambor no sólo embelesó al jurado calificador, sino también a un público exigente, que extasiado por su interpretación reventó en aplausos y vio coronarse a la primera mujer como mejor Tambor alegre del Festival en casi 30 años.

En la música de gaitas la ejecución del tambor alegre históricamente había estado reservada para hombres, cuyas manos callosas y golpes certeros se convirtieron en hitos y referentes  para este movimiento musical, nombres como Batata, El diablo, Alcázar y Mosquera tienen un sitial honorifico en la historia del Festival.  Un gran peso para una mujer, en una sociedad machista que ve en la mujer el sexo débil y en un movimiento en el cual sólo había reinado el sexo masculino.

Desde entonces su vida se catapultó  y su ejemplo ha logrado cambiar los paradigmas y prejuicios, aunque no falten los rechazos y estigmas que incluso provienen de mujeres que no se acostumbran a ver una mujer tocando tambor. Tras una larga vida de más de 15 años haciendo investigaciones, recorridos,  festivaleando, conciertos, etc, se encuentra con su colega de arte Orito Cantora desde Barranquilla, las cuales han forjado toda una propuesta pionera llamada RED DE TAMBORERAS DE COLOMBIA,  donde ya son alrededor de 30 guerreras del tambor, que inspiradas en su ejemplo le dan duro al cuero, las semillas de las maracas y la fuerza de los cantos logrando una plataforma de comunicación y punto de equilibrio de genero con la siguiente frase: “PORQUE LA ÚNICA PIEL QUE DEBE SER GOLPEADA ES LA DEL CUERO DEL TAMBOR”

En su camino musical su tenacidad ha sido reconocida desde tiempos iniciales y sin ninguna discriminación Jenn del Tambó ha acompañado con su tambor a grupos como Gaita hembra, gaiteros de río, Lumbalú, Chabalú Bayé, nominada por segunda vez a mejor tambor año 2014, Gaimará con quien ganó el mejor tambor alegre, Nayib Feres (Millogaimas), Orito Cantora y la Chalupa, entre otros grandes artistas nacionales e internacionales, siempre fortalecida recordando las palabras sabias con que Mamá Tambó (Graciela Salgado) la santigüó ese mes de marzo de 2013, en San Basilio de Palenque, para que encamine la sabiduría y fuerza de las mujeres en los tambores:  “EL QUE NACE CON SU VIRTUD, NADIE SE LA PUEDE QUITAR” .



ALIS BLANCO ABAD GAITAMAR: Gaita, Tambor y Maracas


Por: magíster Armando Luis Rivero Manjarrez.

Los sonidos de las gaitas y tambores que provenían desde la casa vecina la embrujaron a muy temprana edad. Era la vivienda del socio fundador del Festival Nacional de Gaitas, “Joche” Álvarez, quien había fundado la primera escuela de gaitas del municipio. De ese proceso  Alis Blanco Abad,  nacida un 5 de Julio de 1975, llega a aprender ejecutar la gaita hembra conformando la primera agrupación netamente de mujeres llamada “ Diosas de la gaita”, la acompañó en la gaita macho Daisy Chamorro, , en el tambor alegre Dina Álvarez, tambora Jaisy Velilla y el llamador Yadira Álvarez. Ese primer conjunto de gaitas de niñas, fundado por Joche lo presenta en 1989 en el marco de las presentaciones especiales de las escuelas, del quinto Festival Nacional de Gaitas.  Por motivos de salud que la alejó de la escuela por más de un año, Alís debe retirarse y su director reorganiza el grupo, llamándolo Las Diosas de la gaita, entonces llega Andrea Chamorro en la gaita hembra, Daisy chamorro en el macho, Dina Álvarez en el tambor, el llamador Nadia chamorro Oyola y la tambora Adriana Vásquez, grupo que en 1991 logra consagrarse en la historia por ser el primero netamente de mujeres en obtener el primer lugar en gaita larga aficionado.

Luego de recuperase, Rusvelt Meza, de la Fundación hijos de la Sierra Flor de Sincelejo, la invita a participar en el grupo Travesía Palenque, ella en la hembra y Adriana Vásquez en el macho, dos mujeres ovejeras, acompañadas de muchachos sincelejanos,  participan por dos ocasiones en el festival.

Lo difícil del desplazamiento a la capital, los estudios y otras circunstancias hacen que Ali desista de ese proyecto y bajo el liderazgo de su hermano Nawi Blanco Abad, quién le enseña ejecutar la gaita corta y dirigía el grupo Tumbalí, le conforma el grupo Gaitamar, con el remanente de amigos y músicos que por circunstancias de las reglas del festival que limitan su número a seis, quedaban por fuera de la participación. Fue así que en 1996 obtiene el tercer lugar en gaita corta aficionada con la nómina de Daisy Chamorro en las maracas, Jhonatan Mate en el tambor, José Baloco en el llamador, José Jaime Ricardo en la tambora y Aris Asor Andrades cantando.

Después de cinco años de receso en la participación, en 2001 Alis reaparece con Harold Barreto en el tambor, Jaison Zafra en el llamador, Amaury Cardenas en las maracas y Lia Pomares cantando. Este año fue muy especial por diferentes circunstancias, primero, Alis es madre de un niño de dos años y mujer de hogar cuyas obligaciones y tareas le demandaron a ella y a sus compañeros de grupo amoldarse a horarios de prácticas que fueran después de  cumplir con esos deberes y segundo superar los prejuicios y discriminaciones de los varones de otros grupos que le decían que ella no tenía ni la fuerza, ni la capacidad para tocar gaita machihembriada como lo testifica una anécdota de ese año: antes de subir a la tarima para iniciar la competencia, se le acerca un músico de otro grupo y le quita su gaita y la reta: “si usted es gaitera, toque con la gaita mía, su gaita es simplecita, no sirve”. Javier Cabrera al escuchar aquello interpela al intrépido joven y le ratifica que ella está acostumbrada a tocar gaitas duras y le sentencia que si ella la toca, ella se queda con esa gaita. Alís con su grupo subió a tarima con esa misma gaita que la llevó a la final y le dio el mérito de ser la primera mujer tocando gaita machihembriada, en obtener el primer lugar en el concurso gaita corta única. 

Alis se ha paseado por diferentes festivales del caribe participando y siendo invitada especial para promover la participación de la mujer en la gaita corta y larga como en el festival de San Jacinto. Su constancia diaria en tocar el instrumento e incluso durante su embarazo contagió a su hijo que hoy se perfila como un gran machero y a su esposo Federico Manuel Rivero “remanga” quién bajo la timidez, en la intimidad del cuarto o el patio de su casa toca la gaita ratificando que en el hogar de Alis Blanco Abad, la gaita es la voz comunicante y centro de las relaciones familiares.


JULIO ROMAN BARRIOS ORTIZ: Una expresión vernácula de la gaita ovejera

https://www.facebook.com/Telecaribe/videos/vb.162894173762351/754146668362765/?type=2&theater
Por:
Lic. ARMANDO LUIS RIVERO MANJARREZ

Los viejos caminos,  humedecidos por sublimes melodías de invierno, rodeado de multicolores flores y pájaros cantores, nos conducen a lomo de burro a los gratos recuerdos de una vida feliz en la vereda la Europa, un lugar lleno de montañas, árboles altos y frondosos, cruzado por los cantos de aguas cristalinas de un arroyo, allí mismo donde el viento de la memoria jugaba  con el polvo en verano y las roídas abarcas tres puntas dejaban la huella del laborioso, creador y hacedor campesino, nacieron dos grandes colosos de la historia de la música de gaitas del municipio de Ovejas: Francisco Atilano Barrios “carrucha”, el gaitero hembra  y Julio Román Barrios Ortiz, el  gaita macho y cantante.

De la mano de estos dos grandes juglares y hermanos sanguíneos, la primera generación de gaiteros post primer festival, que hoy son reconocidos ante el mundo como los gaiteros de Ovejas,  aprendieron el arte campesino de sacarles melodías a la pitahaya,  marcados por el estilo y el repertorio de estos dos grandes juglares.

 Temas  como la maya, zambrano, el toro chencho, frijolillo, la mica prieta, La laura, camino largo, por ti vengo, las viejas, la langosta o el templón, la chispa e candela y otras más, aromaban las noches en que las gaitas de los hermanos Barrios Ortiz rendían tributo al Santo Patrono y al niño Dios de bombacho.

Julio Román Barrio Ortiz, nació un 9 de Agosto de 1923, fabricante de los instrumentos de gaitas que aprendió a ejecutar viendo y escuchando a los viejos gaiteros que se reunían para amenizar las velaciones, integró el conjunto los cumbiamberos campesinos, participantes del primer Festival Nacional de gaitas en Ovejas.  Su memoria intacta, pese a su casi siglo de edad,  le hace brotar versos y cantos de zafra que rememoran tiempos viejos que  lo atan a su esencia campesina, el divino rostro, la miseria humana, la chispa candela, no dejan de aparecer en su repertorio y en los nostálgicos  momentos que lo traslada a los instantes felices y de paz en que sus gaitas y su canto alegraban  veredas y pueblos,  tranquilidad y alegría que la maldita violencia le arrebato en el año 2000, con la vida de dos de sus hijos y  lo desarraigó para ubicarlo en la ciudad de Cartagena, en el barrio Nelson Mandela,  al lado de su hija María del Socorro Barrios, con quien vive, en una vieja casa de tabla, donde sentado en un taburete pasa el tiempo  fumando una calilla, a la espera como el coronel de García Márquez, la indemnización del gobierno,  mientras la maleza sigue cubriendo su vieja casa, sus tierras, sus gaitas y maracas en Verdún, un corregimiento del Carmen de Bolívar y el tiempo sigue marcando su paso por su cuerpo .

A este juglar,  la organización del Festival Nacional de gaitas “Francisco Llirene” quiere rendirle un sentido y merecido homenaje, para que quede grabado en mármol, la historia de este viejo, cuya esencia campesina hace de su gaita y su canto un pozo de agua llorá en tiempos de sed por lo vernáculo.


FELIX FRANCISCO ORTIZ FLOREZ: Un golpe de amor, de alegría y de libertad de un tambor

Por: Magíster Armando Luis Rivero Manjarrez         Sus manos gruesas campesinas besan el fondo del tambor, sus dedos ágiles acarician...