Por: ARMANDO RIVERO
MANJARREZ
En el Palmar, entre los cantos de
las guacharacas que lo levantan cada mañana, la atención de sus vacas,
gallinas, cerdos, pavos y cultivos, transcurre la vida del gaitero y artesano
Julio Enrique Martínez Causado, conocido popularmente como “El lobo”, apodo o nombre artístico que se
ganó en los años ochenta en Don Gabriel y Buenos aires, pueblos campesinos
cercanos a La Ceiba de Chalán y quienes conocieron y recibieron gran influencia
musical de Francisco Olivera, uno de los
más importantes gaiteros de los Montes de María y a quién le llamaban de esa
misma forma. Ese apodo se acentuó con el pasar de los años, en cada parranda gaitera interpretaba “esta es
la canción, del lobo…eh lobo, el lobo…”, pieza musical que popularizo la
cantante Irene Martínez, impulsadora de la música folclórica picante.
El hijo del viejo gaitero Cirilo
Martínez Tovar e Isolina Rosas Causado, nació un 28 de Junio de 1947. Llegó al
altar con Gloria Gómez Meza con quién tuvo su primer hijo, pero sus más de 47
años asentado en el Palmar los ha compartido con Bleidis Benítez Rodríguez con
quien procreó siete hijos: Henry, Ingris, Julio, Jader, Maria, Kelly y Diana,
todos ellos acompañantes de su padre en el transcurrir de su niñez y
adolescencia en los diferentes grupos de gaitas que organizó para participar en
diferentes Festivales de la región, en la categoría de gaita Corta.
Nombres como Palma Caliente,
Tambores del Caribe y Proyecto Pitahaya han quedado plasmados en la memoria de
los Festivales en Ovejas, Galeras y Cereté. En los anales de Festigaitas
registra su primer triunfo en 1985, primer puesto con el grupo Palma Caliente;
Con Proyecto Pitahaya, 1990 segundo puesto, 1994 y 1995 primer puesto, 1997
tercer puesto; en el año 2000 retoma el nombre de Tambores del Caribe y se
queda con el tercer lugar. El Festival de la algarroba registra el primer lugar
en 1989 con Tambores del Caribe y segundo lugar en 1991 con Proyecto Pitahaya.
El lobo es fabricante de gaitas
cortas que oscilan en longitud de 35 a 38 centímetros, con la medida de sus
dedos perfora los huecos sobre la pitahaya; todo un gaitero de 24 horas,
consigo carga el típico sobrero, su mochila de pita y desde que intercambió con
Roque Saballet (q.p.e.d) un tambor por un estuche de madera, dentro de éste
tres gaitas, dos de cinco huecos y una de seis. Todo un armamento para
impregnar cualquier rincón donde pase con los ricos aromas de gaitas y de
composiciones que nacen y florecen al instante cuando sus manos, sus
experiencias y sus recuerdos se conectan en la euforia de una parranda o en la
soledad e intimidad de sus cultivos y animales con su instrumento .
De esos ambientes han nacido
composiciones como Tiempos pasados, La rana, Marimondita de los Montes de María,
El bastón de mi abuelo, La Gallineta, El aguacero, Las novias, Llora los Montes
de María, El niño Dios bendito, entre otras.
Julio Martínez, el Lobo del
Palmar con su particular forma de interpretar la gaita corta ha sembrado la
tradición en diferentes lugares, no sólo como músico sino como maestro en escuelas,
en las que llega como el campesino que es, sencillo, humilde y alegre. No sólo
comunidades rurales de los Montes de María han tenido la oportunidad de recibir
sus conocimientos, con el apoyo de una empresa bananera logró enseñar en
Apartadó, Chicorodó y Carepa en Antioquia.
La Organización Festival Nacional
de Gaitas en su XXXI edición le rinde un merecido homenaje en vida a Julio
Martínez, el Lobo, el gaitero del Palmar para que las nuevas generaciones sigan
cantando por siempre que “eran los tiempos pasados, cuando tocaba mi abuelo,
por eso lo recordamos…toca, toca tamborero para que se alegre el gaitero…”
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