Por:
Lic. ARMANDO LUIS RIVERO MANJARREZ
Los viejos caminos,
humedecidos por sublimes melodías de invierno, rodeado de multicolores flores
y pájaros cantores, nos conducen a lomo de burro a los gratos recuerdos de una vida
feliz en la vereda la Europa, un lugar lleno de montañas, árboles altos y
frondosos, cruzado por los cantos de aguas cristalinas de un arroyo, allí mismo
donde el viento de la memoria jugaba con
el polvo en verano y las roídas abarcas tres puntas dejaban la huella del
laborioso, creador y hacedor campesino, nacieron dos grandes colosos de la
historia de la música de gaitas del municipio de Ovejas: Francisco Atilano
Barrios “carrucha”, el gaitero hembra y
Julio Román Barrios Ortiz, el gaita
macho y cantante.
De la mano de estos dos grandes juglares y hermanos
sanguíneos, la primera generación de gaiteros post primer festival, que hoy son
reconocidos ante el mundo como los gaiteros de Ovejas, aprendieron el arte campesino de sacarles
melodías a la pitahaya, marcados por el
estilo y el repertorio de estos dos grandes juglares.
Temas como la maya, zambrano, el toro chencho, frijolillo,
la mica prieta, La laura, camino largo, por ti vengo, las viejas, la langosta o
el templón, la chispa e candela y otras más, aromaban las noches en que las
gaitas de los hermanos Barrios Ortiz rendían tributo al Santo Patrono y al niño
Dios de bombacho.
Julio Román Barrio Ortiz, nació un 9 de Agosto de 1923, fabricante
de los instrumentos de gaitas que aprendió a ejecutar viendo y escuchando a los
viejos gaiteros que se reunían para amenizar las velaciones, integró el
conjunto los cumbiamberos campesinos, participantes del primer Festival
Nacional de gaitas en Ovejas. Su memoria
intacta, pese a su casi siglo de edad,
le hace brotar versos y cantos de zafra que rememoran tiempos viejos
que lo atan a su esencia campesina, el
divino rostro, la miseria humana, la chispa candela, no dejan de aparecer en su
repertorio y en los nostálgicos momentos
que lo traslada a los instantes felices y de paz en que sus gaitas y su canto alegraban
veredas y pueblos, tranquilidad y alegría que la maldita
violencia le arrebato en el año 2000, con la vida de dos de sus hijos y lo desarraigó para ubicarlo en la ciudad de
Cartagena, en el barrio Nelson Mandela, al lado de su hija María del Socorro Barrios, con
quien vive, en una vieja casa de tabla, donde sentado en un taburete pasa el
tiempo fumando una calilla, a la espera
como el coronel de García Márquez, la indemnización del gobierno, mientras la maleza sigue cubriendo su vieja
casa, sus tierras, sus gaitas y maracas en Verdún, un corregimiento del Carmen
de Bolívar y el tiempo sigue marcando su paso por su cuerpo .
A este juglar, la
organización del Festival Nacional de gaitas “Francisco Llirene” quiere
rendirle un sentido y merecido homenaje, para que quede grabado en mármol, la
historia de este viejo, cuya esencia campesina hace de su gaita y su canto un
pozo de agua llorá en tiempos de sed por lo vernáculo.
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